ARCADIA RITUAL DANZA

DANZA PARA SANAR
DANZA PARA ABRIR EL CORAZÓN
DANZA PARA ARRAIGARTE EN LA TIERRA
Y REVITALIZAR EL CUERPO
DANZA PARA UNIRTE A LO SAGRADO
Y CALMAR TU MENTE...

DANZAS DE INTEGRACIÓN Y UNIFICACIÓN
DANZAS CIRCULARES SAGRADAS Y MEDITATIVAS

DANZAS RITUALES Y DANZAS ANCESTRALES


RECUPERACIÓN DE DANZAS ANTIGUAS y DE ÉPOCA


DANZAS TRADICIONALES DE PUEBLOS TRIBALES
Y DEL MUNDO

DANZAS DE LA DIOSA
Activación e invocación de los arquetipos mitológicos femeninos a través de la danza
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martes, 12 de febrero de 2013

La danza como ritual



La danza como ritual o liturgia ha sido siempre una manera de honrar lo sagrado y el misterio.  La danza permite fluir con la espiral de la vida de una manera natural y, bien realizada, puede tener implicaciones profundas para la curación, la psicoterapia, el crecimiento espiritual, y el despliegue del potencial humano.
 


La danza sagrada “conectada” que puede hacer cualquier persona y en cualquier momento es la que nos interesa. Puede ser parte de una antigua tradición o puede surgir de forma espontánea. Cuando uno se dejar ir, el flujo natural de energía tiende a llevarte hacia una danza que abre los canales del cuerpo y ayuda a eliminar bloqueos emocionales antiguos o sistemas de creencias obsoletos.   


La danza sagrada nos transmite una enseñanza crucial: si nos permitimos bailar con la vida fluiremos en una especie de baile donde no existirá la resistencia ni el dolor. La resistencia y el dolor son fruto de nuestro olvido. La aceptación de cualquier conflicto es el primer paso para empezar esta danza con la vida en la que es posible fluir sin resistencia La danza debe recordarnos que podemos estar más conscientes, que es posible bailar con la vida sin necesidad de sufrir, mostrando cierta elegancia, belleza y equilibrio natural.  

Danzar no es sólo bailar sino que  también es “escuchar”. Escuchar tu ruido interno y aquella voz que habla en el silencio. La voz de la presencia. A medida que la habilidad de escuchar crece y se expande la conciencia, es más fácil entrar en contacto con nuestra esencia, lo que verdaderamente somos cada uno en aquel nivel en el que todos somos iguales. En la danza se integran la meditación y la acción, la disolución de la barrera entre la contemplación y la vida cotidiana, conectando con la energía interna o el Chi.

 Bailando en tu propia habitación, en una clase o en grupo, solo o con espectadores, te conviertes en el creador de tu propia danza, tu propio movimiento, al cargar tu cuerpo, te sientes como el moldeador de tu propio destino, incluso puedes llegar a experimentar una sensación de unidad con el grupo, con el público, con el mundo y con la humanidad. La liberación de nuestros bloqueos nos permite reconectarnos con la fuente, y empezar un largo y al mismo tiempo simple proceso de auto-descubrimiento. 

 Dejas de lado las expectativas personales.  No danzas para competir sino para integrar tu cuerpo con fuerzas superiores. Es posible incluso que al principio la mente se rebele y no te deje estar en calma. Pero nada es más erróneo que intentar dominarla. Hay que perseverar en profundo estado meditativo  y en serena expectación para así reconducir a la mente hacia la fuente cada vez que se separe, y poner, por fin, silencio a este parloteo y ruido interior.
 


Así, con la danza  podremos refinar y purificar nuestra vida emocional y al mismo tiempo nos conecta con la vida espiritual sin separarnos de la tierra que es donde debemos estar. Si la música transmite algo positivo y estamos conscientes en aquel momento, podremos armonizarnos con aquello que se transmite, y en ese instante nos olvidaremos de nosotros mismos y podremos ser lo que la música transmite: alegría, paz, amor, felicidad… 


Cuando la danza lo permite es mucho más enriquecedor conseguir una danza en grupo y resistir la tentación del baile individual, así se trabaja la anulación del ego en aras de un objetivo común. Un pequeño grupo que se reúne en busca de la luz consiguen ser una antorcha para la humanidad. 



Cuando se danza en un círculo, el círculo debe mantenerse claramente en esa posición, así es bueno poner un objeto, símbolo o altar en el centro para recordarnos que nunca debemos olvidar ni separarnos de nuestro centro y que nuestro centro es el mismo que el de todos los demás. Al principio de la danza comienzas sintiendo plenamente tu propio cuerpo y luego gradualmente te conectas con todo el círculo.
 



Hay que permitir que exista el silencio. Después de la música, la danza y el movimiento viene a continuación la parada y entrar en silencio. En este silencio se pueden absorber las cualidades evocadas durante el baile. Esta es la parte más importante de la danza, de modo que no hay que apresurarse. El poder de la presencia es mayor durante el silencio, es por esto que si has preparado un espacio y la energía ha fluido, ahora debes interiorizarla. 



Este estado “particular” que has conseguido, y que es asimilable a una meditación dirigida, poco a poco si sigues practicando, se irá haciendo más habitual en ti.  Así llegarás a un punto en que solamente volviendo a escuchar los ritmos o las melodías en cualquier lugar o situación  te permitirán “reconectarte” y estar en este mismo estado de paz y sintonización. 




Cuando danzas en círculos tus movimientos se asemejan a los de la Tierra. La danza ayuda a esto debido a que incide directamente sobre nuestro cuerpo etérico.  Haciendo estos movimientos consigues seguir a tu cuerpo etérico y que este se recargue. El esfuerzo en una actividad aeróbica y competitiva nos hace desgastar el cuerpo físico pero no nos conecta con el cuerpo etérico.
Fuente hermandadblanca.org 

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